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Los protagonistas de 'Mountainhead'.

'Mountainhead': pobres genios ricos

La idea de juntar en un lugar inhóspito a cuatro magnates tecnológicos, caprichosos e infantiles, se estira demasiado para contarnos lo que ya pensamos

Jueves, 12 de junio 2025, 03:30

¿Se imaginan a Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, junto al malogrado Steve Jobs, reunidos en un casoplón de diseño aislado en lo alto de una montaña nevada? 'Mountainhead', película estrenada directamente en Max, que pronto volverá a lucir las siglas HBO en su nombre, fantasea con esta idea visionaria, recordándonos que los ricos muy ricos son gente potencialmente odiosa, cuya falta de empatía es mayor, si cabe, a sus obscenas fortunas. Menos el genio de Apple, que en paz descanse, el resto de plutócratas citados al comienzo de la presente crítica compartieron foto en la toma de posesión del cargo de presidente de EE.UU. por parte de Donald Trump, un tipo extremadamente ansioso por gobernar el mundo, generando una inestabilidad que afecta, principalmente, a quienes menos tienen. Un claro síntoma de la agitación política actual, a base de bulos y movimientos aparentemente irracionales que buscan un shock social -ya lo contó en su famoso libro de cabecera Naomi Klein-, que deriva en el enriquecimiento de los más pudientes y la acaparación del poder, pisoteando algunos derechos humanos fundamentales sin ningún atisbo de arrepentimiento. Es el signo de los tiempos.

Los protagonistas de 'Mountainhead', un filme de gente hablando en un puñado de espacios cohabitables, son niños grandes que acumulan dividendos como si fueran puntos en el Candy Crush. Asociarlos con las personas reales, citadas anteriormente, es harto inevitable. Estos genios tecnológicos tienen tantos millones en el banco y paraísos fiscales, tantos bienes inmobiliarios, que no saben qué hacer para esquivar los problemas del primer mundo, salvo dominarlo, como los villanos de tebeo. Son Lex Luthors en potencia, un grupúsculo de machos alfa con ganas de medírsela que no paran de intercambiar chistes de viejo verde mientras se dan golpecitos en el hombro de colegueo. La camaradería masculina es lo que tiene: hay que tocarse de refilón y guardarse las emociones, peleándose de mentira, siempre demostrando que se está por encima de todo. Egos frágiles, autoestimas abolladas y demasiado tiempo libre. Teniéndolo todo, se siente más el vació por dentro y solo queda acumular poder como si no hubiera un mañana para sentirse estupendamente por las mañanas, a poder ser saludando al sol con un batido de proteínas. Aislados en la montaña nevada, mientras en el resto del planeta se extiende el caos por las fake news e imágenes manipuladas, observan entre risas cómo suben sus cuentas corrientes, tanto como las noticias falsas. Las tonterías se viralizan antes que el consenso. Los negocios despegan en bolsa mientras disminuye la ética.

Escrita y dirigida por Jesse Armstrong, al que hemos podido ver en los créditos de 'Succession', 'Mountainhead' habla de la plutocracia, del control de los gobiernos, de los caprichos de los multimillonarios, la salud mental y las dichosas IAs, entre otros temas candentes, pero lo hace de puntillas, sin tirar a dar en el blanco, solo rozándole por momentos. Los cuatro amigos forrados hasta lo imposible conversan con desparpajo, hablan de sus cosas, alternando naderías con asuntos que afectan profundamente a la evolución de nuestra sociedad. Además, con cierto albedrío, toman decisiones que suponen un golpe sobre la mesa, alterando la posición de las fichas de juego en el tablero del orden mundial. Hay un apagón -nos suena de algo-, un golpe de estado en Argentina y varias situaciones que pueden sonarnos de algo. Steve Carell, Jason Schwartzman, Cory Michael Smith y Ramy Youssef interpretan a los charlatanes roles principales de una propuesta que nos cuenta lo que ya sabemos, y no lo hace de una manera especialmente atractiva, con un ritmo desdibujado y poca audacia en su tramo final.

'Mountainhead' no arriesga, no termina de explotar la interesante materia prima que tiene entre manos, máxime en los tiempos que corren. A pesar de la entrega del reparto, los diálogos no destacan y en el desenlace de la historia asistimos a un giro poco creíble hacia el thriller que se queda en agua de borrajas. La cámara se pone nerviosa, ya tarde, con un humor negro que no funciona como debiera, situándose, como obra que invita a la reflexión, en tierra de nadie. El lado absurdo del planteamiento inicial apenas tiene peso, no se exprime con decisión, perdiendo una interesante oportunidad. Dada la naturaleza interpretativa de algunos miembros del casting, muy dados a la tragicomedia, este tropezón suena particularmente alto.

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