El reto europeo
Europa requiere una reacción decidida y ambiciosa que pasa necesariamente por la unidad, la autonomía estratégica, defensiva, energética, económica, alimentaria y tecnológica, así como por la profundización en los valores democráticos liberales, y con una política exterior proactiva
José María Molina
Doctor en Derecho. Abogado
Martes, 3 de junio 2025, 07:23
La concurrencia de factores y la importancia de los actores implicados en los movimientos mundiales contribuyen a la configuración de periodos temporales que permiten disfrutar ... de un cierto orden general. Esto es así desde que Francia y Suecia tras la Paz de Westfalia y la firma de los tratados de octubre de 1648 formulan lo que se denominaría «orden internacional», que dio lugar al primer sistema internacional de la era moderna basado en una serie de principios que fortalecían el carácter del Estado, tales como el respeto a los límites territoriales, igualdad soberana, la no intervención en asuntos internos, y cumplimiento de los tratados o la resolución de conflictos a través de medios pacíficos.
La realidad mundial actual es directa heredera del orden establecido tras la II Guerra Mundial y la Guerra Fría, con la sonora nota de la implosión de la URSS en 1990 y el liderazgo mundial de Estados Unidos, ha sido influida sucesivamente por nuevas realidades que finalmente acaban por cuestionar el orden establecido y abocar a su reformulación. En 1957 los países europeos se movilizan para una unión económica que, con el paso de los años, ha cristalizado en la Unión Europea, que ha crecido con un fuerte desarrollo económico, con cierta debilidad política por falta de unidad y escasa autonomía estratégica, desgarro territorial por el Brexit, y con dependencia securitaria de los Estados Unidos, pero con clara vocación de convertirse en actor mundial de referencia donde competir con «los grandes». En China, tras la muerte de Mao llegó al poder Deng Xiaoping con el que se origina el proceso político de reforma y apertura con los objetivos de reforma política, reforma económica y completar la unificación nacional. «Principios cardinales» que operaban como límites a las reformas a las que puede aspirar China y la construcción legal del nuevo Estado con la aprobación de una nueva constitución en 1982, contexto en el que se abre paso el concepto de «construir el socialismo con características chinas». Estas reformas no tendían a la igualdad, sino que se centraban en la rentabilidad y la eficacia, proponiendo a la sociedad china modernidad, desarrollo y distribución de riqueza a cambio de lealtad, con un modelo económico en el que cada uno es libre de «volar», pero sin salirse de la «jaula». Llegado 1984 reestructuró la economía y reorganizó la vida empresarial, desarrollando una economía socialista bajo las leyes del mercado. Línea que fue seguida por Jiang Zemin y Hu Jintao, que continúan con la apertura. Xi Jinping en su llegada al poder en 2012 relanza este proceso y pone a China en cotas de desarrollo económico sin precedentes, que son las que hoy conocemos, que avanza lentamente y a rumbo fijo hacia una hegemonía económica mundial.
Tras el fin de la Guerra Fría y el nacimiento de los nuevos estados derivados de la constelación soviética, Rusia, tras una década de inestabilidad democrática, en el año 2000 logra una cierta estabilización con la llegada de Putin y su «populismo iliberal» que parece orientarse hacia la recuperación de la dominación territorial perdida, entre cuyos escalones estaría la ocupación de Crimea y la actual guerra de Ucrania.
Observando esta evolución, Occidente en general y los Estados Unidos en particular no parecen haber dimensionado la velocidad y alcance de los acontecimientos que estaban teniendo lugar en China y Rusia, ni la paulatina expansión del populismo interno por la pérdida de nivel de vida de los ciudadanos tras la crisis económica 2008-2014, la epidemia del covid y el relajamiento del sistema democrático liberal. Mientras tanto, Europa se sentía cómoda bajo el paraguas securitario estadounidense y de la OTAN, mientras la preocupación geopolítica de EE UU iba virando hacia el Indo-Pacífico. El presidente Obama ya se percató de la situación, pero no ha sido hasta la llegada de Trump «versión» I y II, intercalada por la legislatura de Biden, cuando se ha percibido una reacción más visible. Las singulares maneras de decir y hacer del presidente Trump parecen impactar significativamente en las dinámicas geopolíticas globales y podrían estar marcando una nueva fase en las relaciones internacionales donde los países buscan reordenar sus alianzas para proteger sus economías y estabilidad financiera, resultando Europa directamente concernida a consecuencia del reajuste geoestratégico y arancelario de Estados Unidos y la necesidad de configurar una autonomía conforme con esta realidad.
Ante esta situación Europa ha de ser consciente que tanto Rusia como China y también Estados Unidos prefieren tratar con los países miembros por separado y no hacerlo con la Unión Europea; que la seguridad europea, dependiente en gran medida de los Estados Unidos y de la OTAN, necesita ser reformulada, lo que necesariamente implicará hacer frente a los costes derivados y que su autonomía estratégica no se logrará sin disponer de un ejército propio suficiente. Si a todo esto se le une el contagio populista por la izquierda y la derecha, podemos estar ante un escenario ciertamente sombrío. Europa requiere una reacción decidida y ambiciosa que pasa necesariamente por la unidad, la autonomía estratégica, defensiva, energética, económica, alimentaria y tecnológica, así como por la profundización en los valores democráticos liberales; con una política exterior proactiva que permita la consolidación de Europa como actor mundial de referencia en legítima y efectiva competencia/colaboración en la solución de los asuntos mundiales con Estados Unidos, China, Rusia y la siempre necesaria aportación de la Santa Sede en defensa de la paz.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.