El asesino de demócratas que buscaba a islamistas suicidas para predicarles el Evangelio
Vance Luther Boelter, al que se busca por matar a una congresista y herir a un senador, era jefe de patrullas en la empresa de seguridad de su mujer y recogió durante un tiempo cadáveres en escenarios de crímenes
Vance Luther Boelter, el acusado del asesinato de la congresista demócrata Melissa Hortman y su esposo en Minnesota, llevaba en su poder una lista con ... setenta objetivos potenciales. Quería escalar de la nada a asesino de masas. Figuraba en el papel John Hoffman, el senador al que dejó herido después de tirotearle también en su casa, y los nombres de otros políticos del Partido Demócrata, además de cargos públicos locales, empresarios, médicos que practicaban abortos y centros de planificación familiar.
El hombre alto, de 1,85 metros, que se disfrazaba de policía para tirar de gatillo portaba también consigo una vida extraña. Parece ser que en el pasado viajó a Oriente Medio y África no se sabe muy bien si para ofrecer sus servicios en el ámbito de la seguridad privada o, como él mismo dejó constancia, en busca de potenciales terroristas suicidas islamistas para predicarles el Evangelio. Cualquiera de los dos fines es ya sintomático.
En 1993 se convirtió en reverendo de su propia filosofía religiosa. Furibundo enemigo de los homosexuales y el aborto, dio abundantes charlas al respecto y en la actualidad dirigía con su mujer una empresa de vigilancia que se anuncia de la siguiente manera: «Si busca guardias desarmados, por favor, contrate otro servicio».
El primer asesino de motivación política en décadas en Estados Unidos no solo quería manchar de sangre Minnesota. Algunas de sus supuestas víctimas residen en los Estados vecinos. El FBI calcula que podría haber tachado otros nombres de su lista si la Policía no le hubiera interceptado junto a la casa del senador después de disparale a él y a su mujer. A los investigadores les ha sorprendido que se hiciera pasar por policía para acercarse a la congresista y el senador, sus primeras víctimas. No es algo en lo que un asesino piense salvo en el cine. Sin embargo, ahora surgen algunos detalles que pueden explicar esa decisión.
Boelter tenía una relación fronteriza con los policías. De alguna forma se había mimetizado con ellos. Hasta el viernes era el jefe de las patrullas de Praetorian Guard Security Services, una empresa de seguridad privada que preside su mujer. Como se ha dicho, solo disponen de guardas armados. Bajar gatos de los árboles no es lo suyo.
Ese trabajo le hubiera dado al asesino el acceso a armas y posiblemente un uniforme. El FBI retiró este sábado por la tarde una Ford Explorer de la parte delantera de la casa de Melissa Hortman. Es el modelo de vehículo que utilizan los patrulleros de Praetorian y el mismo que emplean «muchos departamentos de Policía», han señalado este domingo fuentes de la investigación. Boelter le habría colocado un puente de luces sobre el techo y rótulos falsos en los laterales con la identificación de la Policía del condado. La congresista y el senador no desconfiaron de él cuando llamó a sus puertas.
Trabajaba para dos funerarias
El sospechoso tenía relación con los agentes de la ley por su profesión actual. Pero también porque trabajaba para dos funerarias de Minnesota con el objetivo de obtener unos ingresos extra y se convirtió en el tipo que retiraba los cadáveres en las escenas de los crímenes. Trató incluso de colaborar, infructuosamente, en las investigaciones de algunos asesinatos. Por sus manos pasó material de primer orden sobre el lado más oscuro del alma.
Las últimas horas antes del ataque no están claras. Él y su esposa tienen al menos dos direcciones familiares, pero al parecer Boelter disponía de una habitación alquilada en casa de un amigo en Green Isle, una población del Estado conocida como «un pequeño pedazo de Irlanda» donde residen menos de 170 familias. A veces se quedaba allí a dormir porque le quedaba más cerca de su trabajo.
El viernes, horas antes de debutar como homicida de demócratas, Boelter le pagó a su colega, David C., cuatro meses de alquiler por adelantado. Apenas cruzaron unas palabras. El sospechoso le dijo que estaba cansado y se retiró pronto. Los dos se conocen desde el instituto. Pero el amigo no descubrió ningún indicio en su comportamiento de que horas más tarde sería el rostro más divulgado por los telediarios, justo al lado de las imágenes de las bolsas de cadáveres con sus víctimas.
David C. solo se alarmó durante la madrugada del sábado. El tirador le envió un mensaje de texto a su móvil, también dirigido a una tercera persona: «Tomé algunas decisiones, y ustedes no saben nada de esto, pero estaré ausente por un tiempo. Quizás muera pronto, así que solo quería decirles que los quiero mucho». Nada más. El amigo se asustó, pero ahí quedó todo.
A una hora de su casa, los disparos empezaron más tarde a resonar en un vecindario tranquilo. Quizás una acción así hubiera parecido menos extraña en otro lugar más radical en este país cada vez más bipolar. Pero Minnesota es, precisamente, todo lo contrario: un Estado cuya cultura política es afín al bipartidismo, donde demócratas y republicanos comparten poder y la participación cívica se sitúa por encima de la ideológica. De allí es su gobernador, Tim Walz, el demócrata que formó parte de la candidatura electoral en las pasadas elecciones presidenciales junto a Kamala Harris.
El partido eligió a Walz precisamente por ser símbolo de tolerancia y diálogo político. Hoffman, el senador al que dejó herido, conocía a su agresor. En una comunidad donde los ciudadanos participan activamente en la vida pública, Boelter perteneció en dos ocasiones de la Junta de Desarrollo Laboral. La primera vez, por designación del gobernador demócrata Mark Dayton en 2016. La segunda fue Tim Walz quien firmó su incorporación en 2019. Nadie se explica lo ocurrido este fin de semana. El sospechoso era considerado un individuo competente que incluso compartió reuniones con Hoffman en torno a cuestiones de regulación y prevenciones laborales de la comunidad. El consejo tiene 41 miembros, El acusado nunca mostró una ideología definida ni a la izquierda ni a la derecha.
Votó por Trump
David C. ha explicado a la Policía que nunca escuchó a su amigo hablar de política, aunque sabe que en las pasadas elecciones votó por Trump y que en algunas ocasiones animaba a los conocidos a acudir a las urnas en las citas electorales, aunque sin aconsejarles nunca a quién votar. Al parecer, había pasado por una crisis emocional y dificultades económicas.
Pero lo adecuado tras haber dejado dos escenarios llenos de sangre en sendos barrios acomodados y tranquilos es quizá viajar hacia su pasado. Boelter ejerció innumerables trabajos, desde director de un supermercado y una gasolinera hasta empleado en dos empresas de alimentación o sus mencionados trabajos en funerarias. No obstante, existe un cargo que brilla singularmente en su currículo personal: director ejecutivo de Red Lion Group, una firma dedicada a crear oportunidades de empleo en la República Democrática del Congo.
La función de esta empresa resulta más extraña si se le añade algún vídeo donde aparece Boelter pronunciando sermones en una iglesia del país africano. No es la única referencia al perfil que podría definirle como una combinación de predicador y agente armado.
El FBI ha encontrado rastros de su aparente paso hace bastante años por Europa del Este, Canadá y Oriente Medio, incluidos Gaza, Cisjordania y el sur de Líbano, cita 'The New York Times'. Los agentes federales no han determinado con exactitud si se desplazó a esos lugares en conflicto para ofrecer sus servicios en el ámbito de la seguridad privada. Pero en una web se definía a sí mismo como alguien que viajaba a zonas donde se producían «atentados suicidas» para encontrar a convencidos militantes islamistas, «predicarles el Evangelio y decirles que la violencia no era la solución». Cuánto de todo ello es realidad o falso, solo se sabrá cuándo la investigación avance o Boelter sea detenido. Si se deja.
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