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«De esto nos vamos a beneficiar todos, cuando nos estemos bañando a finales de agosto y pensemos que cuánta agua trae la garganta, y ... lo notaremos también cuando veamos el agua manando de las fuentes». Lo cuenta José Núñez, concejal de Medioambiente en Aldeanueva de la Vera y agente del Medio Natural, en un vídeo disponible en la web del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), organismo adscrito al CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) que acaba de avalar los beneficios de la siembra y cosecha de agua. Es un sistema antiguo que ha rescatado la comunidad de regantes histórica y tradicional Ocho Caños de Aldeanueva de La Vera, que gracias a él, ha logrado que crezca entre un 20% y un 30% el caudal de la garganta de san Gregorio, la que abastece a la piscina natural de la localidad y a fincas de la zona.
Ese dato lo aporta el IGME, que ha elegido este proyecto extremeño y otros dos en España (uno en Sierra Nevada y otro en León) para medir el impacto de la recuperación de «sistemas ancestrales» de almacenamiento de agua. Uno de ellos es el de las pesqueras o acequias de Aldeanueva de La Vera, que permite sembrar agua (almacenarla) en invierno y cosecharla (usarla) en verano. Lo primero se logra con métodos que logran que el líquido de lluvia o de escorrentías se infiltre en el subsuelo, donde hay acuíferos que lo retienen. Lo segundo, con pozos, galerías o manantiales de cuyas reservas se tira en verano.
«En Aldeanueva de La Vera –explica el IGME–, el agua se siembra mediante las pesqueras y también mediante la infiltración de la no consumida por las plantas cuando se riegan por inundación pastos y parcelas de cultivo». «Las pesqueras –sigue– son unas acequias (zanja o canal por donde se conducen las aguas para regar y para otros fines) de longitud variable, algunas de hasta cuatro kilómetros, y en torno a un metro de anchura. Han sido usadas tradicionalmente para el riego de pastos de montaña, desviando las aguas de la cabecera de las gargantas y desde manantiales hacia las laderas».
Las acequias más pequeñas suelen estar en las zonas de mayor altitud, y consiguen captar agua de manantiales, mientras que «las más largas reparten el agua desde las gargantas hacia áreas más extensas». «En ambos casos –desgrana el Instituto Geológico y Minero–, en su manejo hay una clara intencionalidad de generar pastizales y de retardar la salida del agua de la cuenca».
Al final, estos sistemas logran retener el agua, «entretenerla», define el WaSha, nombre que el IGME ha dado al proyecto (son las siglas en inglés de 'Siembra y cosecha del agua'). Si el líquido puede fluir garganta abajo a una velocidad de un metro por segundo, cuando se infiltra puede llegar a hacerlo a un metro por día.
La comunidad de regantes histórica y tradicional (anterior al año 1820) Ocho caños de Aldeanueva de La Vera no es la única de Extremadura que se ha lanzado a recuperar las acequias de toda la vida. Fue la primera en diseñar y empezar a un ejecutar un proyecto de esta naturaleza, pero hay otra que ha seguido sus pasos: la San José de Talaveruela de la Vera. Y en Ávila, la de la Garganta del Bohoyo.
Las tres comparten el objetivo de recuperar las pesqueras de sus sierras, que integran una red que puede resultar estratégica para el abastecimiento hídrico en una comarca con varias charcas pero ningún gran embalse. En esta situación, el almacenamiento de agua en el subsuelo, gracias a la infiltración de la procedente de lluvia y escorrentías, aparece como una opción sostenible y barata para asegurarse unas reservas a las que recurrir durante el verano.
En su tarea de rescate de las pesqueras históricas de la comarca, las comunidades de regantes cuentan con la ayuda de voluntarios que en varios fines de semana han acudido a la zona para recorrerse el monte junto a quienes mejor lo conocen y hacer sobre el terreno un trabajo exigente de desbroce de márgenes y limpieza de cauces.
En todos los casos, se trata de acequias de tierra, no de hormigón ni plástico. La iniciativa de Ocho caños tiene el apoyo académico del Instituto Geológico y Minero de España, la Universidad de Extremadura y el CYTED (Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo) y de su Red Siembra y Cosecha de Agua en espacios naturales de Iberoamérica.
«Algunas de estas acequias –apunta el organismo del CSIC– se utilizan para irrigar pastos cercados y zonas de cultivo». Del reparto entre uno y otro uso se encarga la comunidad de regantes Ocho Caños, que gestiona un sistema de turnos entre agricultores y ganaderos. Algunas de esas áreas irrigadas se convierten en almacenes subterráneos de agua, al infiltrarse esta en la zona de alteración de los granitos y quedarse detenida.
«La puesta en marcha de estas pesqueras –concluye el IGME– contribuyó a aumentar entre un 20% y un 30% el caudal medio de la garganta de san Gregorio de Aldeanueva de La Vera durante el periodo investigado (de noviembre del año 2023 a mayo de 2025). Esto implica que seguir sembrando agua en esta garganta es esencial para disponer de ella durante los periodos más secos, más aún en los años venideros, en los que los expertos pronostican un descenso de la precipitación media y un incremento de la temperatura».
En consecuencia, concluyen los expertos del CSIC, el sistema de pesqueras de La Vera se confirma como «una herramienta de adaptación al cambio climático».
«El aporte del sistema de acequias en Aldeanueva de La Vera se notará más en los años secos, en este se percibe algo menos porque ha sido lluvioso». El apunte es de Sergio Martos Rosillo, doctor en Ciencias Geológicas, posgraduado en Hidrología Subterránea y científico titular del Instituto Geológico y Minero de España, del CSIC.
Él conoce de primera mano lo que se está haciendo en Extremadura, y explica que lo que mejor funciona en la comarca cacereña es el riego por inundación utilizando las pesqueras recuperadas, siempre sin impermeabilizar. «Es un concepto más holístico, porque permite que aprovechen el agua los agricultores y ganaderos, el ayuntamiento para usos municipales, el que se baña en la garganta en verano...».
La red de pesqueras nutre también a los bosques de ribera, en los que la hoja se cae, se pudre y se alimentan de ella los invertebrados y los peces. De ahí que este método ancestral pueda entenderse también como un circuito integral de economía verde y natural.
«Estos sistemas de siembra y cosecha de agua –explica Martos– son herramientas de adaptación al cambio climático, y algunos de ellos, como las acequias de careo de Sierra Nevada –también integradas en el proyecto Washa– funcionan desde la época musulmana». «Desde entonces hasta hoy, ha habido cambios climáticos y sociales muy significativos, a los que estos sistemas han resistido. Esto demuestra su resiliencia. Antes del periodo cálido actual hubo otros dos, el romano y el medieval. Si estos métodos sirvieron en su momento para superar crisis climáticas, también sirven ahora». «Además –concluye el científico–, son sistemas que funcionan de la mano de la población local y con gravedad, que no necesitan tecnología moderna».
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