Guillermo Arriaga

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Guillermo Arriaga
El escritor mexicano Guillermo Arriaga está obsesionado con la frontera como asunto literario. No es para menos para un hombre nacido en esas tierras. Hubo un tiempo en que México perdió en el siglo XIX la mitad de su territorio, una extensión inmensa equivalente a la superficie de Argentina. California, Arizona, Nevada, Utah, así como parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming pasaron a formar parte de EE UU. Autor de los guiones de películas como 'Amores perros', '21 gramos' o 'Babel', Arriaga acaba de publicar 'El Hombre' (Alfaguara), un relato acerca de la ambición desmedida que es la génesis de las grandes fortunas.
–El personaje de su novela, Henry Lloyd, es un saqueador y un asesino que construye un imperio...
–Es un hombre despiadado y cruel, pero a quien, sin embargo, la gente a su alrededor quiere mucho. Es capaz de generar lealtades muy sólidas, incluso entre los esclavos. Era un tipo que, sí, puede ser un canalla, pero escucha a los esclavos, y ellos se preguntan: ¿Por qué me pregunta, por qué me escucha? Y ese único gesto permite crear fuertes lealtades.
–El libro cuenta la historia del capitalismo, al menos en México y EE UU ¿Cómo fue ese proceso?
–Me maravilla que dos países que crecieron casi al mismo tiempo, uno se haya convertido en una potencia mundial y el otro en un país del llamado Tercer Mundo. ¿Qué sucedió en EE UU para que tierras baldías como Texas o California se convirtieran, si hubieran sido países independientes, en las economías cuarta y séptima del mundo? México es el principal socio comercial de EE UU y aun así ellos nos siguen tratando como inmigrantes.
–Trump ambiciona nuevos territorios: Groenlandia, Canadá... ¿Le preocupa?
–Lo que hace Trump es despertar el inconsciente colectivo estadounidense. Para los gringos los mexicanos somos cucarachas. Otra cosa son los canadienses, que son blancos.
–¿EE UU puede recuperar su gloria perdida o se desliza hacia una decadencia irremediable?
–EE UU está afrontando su propia decadencia, pero culpa de ello a factores externos. Resulta que los dos países que más presionaron por la globalización están siendo los primeros en bajarse del barco, el Reino Unido con el 'brexit', y ahora Estados Unidos con el trumpismo. Fue EE UU el que diseñó esta forma de capitalismo, el que impulsó las teorías de Friedman y los economistas de la escuela de Chicago.
–¿Si alguien se hace millonario, su fortuna irradia y beneficia a otros?
–Eso decía Reagan, que la riqueza se iba a escurrir hacia abajo como una cascada. Pero cuando esa cascada no alcanzó a las clases blancas, que empezaron a empobrecerse, apareció el encono. El mismo que votó por el 'brexit' lo hace ahora por Trump.
–¿Y por qué esas clases perdedoras, en vez de reclamar justicia social, eligen soluciones extremistas?
–Porque cuando el mundo se vuelve abstracto, recurrimos a lo concreto, a mi raza, mi clase social, mi país, mi equipo de fútbol...
–La frontera entre México y Estados Unidos ha sido para usted una obsesión literaria. ¿Cómo ha sobrellevado México el tener a un vecino tan poderoso?
–El dictador Porfirio Díaz lo resumió así: «Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos». México tuvo un motor de crecimiento gracias al vínculo con Estados Unidos. Pero ahora que Trump amenaza con cerrar la frontera para que regresen las fábricas a EE UU, esa ventaja se ha desvanecido. Ha sido una relación compleja y muy simbiótica.
–¿Y cómo aborda la esclavitud en su novela?
–La esclavitud es la gran mácula de la humanidad. Y no ha terminado: se ha sofisticado. El migrante ilegal, sin papeles, queda fuera de los beneficios sociales. Siempre vive con el temor de ser expulsado.
–¿Cree que España debe pedir perdón por las «atrocidades de la conquista», como reclama la presidenta Claudia Sheinbaum?
–Hay grupos en México que se sintieron humillados por la conquista. Pero lo más triste es que siguen humillados. A pesar de que tenemos un gobierno de izquierda –y yo soy de izquierda–, no hay ningún alto funcionario indígena en el ejecutivo. Ninguno. Conviene reflexionar sobre cómo hemos integrado a las comunidades originarias. Y después de eso, entonces sí, pedir perdón.
–En el mundo actual predominan el miedo y la furia. ¿Puede salir algo bueno de eso?
–Alguna vez Vargas Llosa se preguntó en 'La verdad de las mentiras' si era tan malo ser suizo. Vivir en una sociedad donde todo está resuelto es aburrido, pero yo prefiero una sociedad aburrida, sin violencia y con oportunidades.
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