Establecimientos amables para saborear Los Palomos

Durante Los Palomos, el Casco Antiguo de Badajoz se tiñe de color, libertad y celebración. Entre conciertos, reivindicación y buen ambiente, también hay espacio para disfrutar de la gastronomía. Por eso, hemos reunido algunos de esos establecimientos donde siempre apetece quedarse: lugares con alma, buen rollo y una cocina que acompaña la fiesta. Espacios donde comer bien, brindar con quien quieras y ser uno mismo.

Quizás uno de los más emblemáticos, puesto que lleva trece años abierto es Carmen Gastrobar Ginclub. Situado en todo el meollo del casco histórico y una zona de máximo trasiego este fin de semana, 'El Carmen' es un espacio versátil que no cierra en todo el día, así que puedes pasar por allí a cualquier hora: desayunar, tomar unas cañas, comer, merendar, cenar… O arrancar la noche con un gintonic justo antes de los conciertos.

Su dueña, Laura García Lara, convirtió este local en un espacio seguro y diverso mucho antes de que se popularizara el concepto, siendo pionera en crear su propia fiesta de 'Las Palomas', especialmente pensada para visibilizar el ambiente lésbico. Además, su escaparate funciona como galería para artistas emergentes. «Aquí todo el mundo es bienvenido», asegura. Y eso se nota en detalles como que toda la carta es sin gluten y sin lactosa, y está disponible también en braille. Incluso aceptan mascotas en interior siempre que estén bien educadas.

Laura es una firme defensora del producto extremeño: todos los quesos que sirve provienen de la región, y acaba de incorporar a su carta una tarta de fresas de Valdelacalzada que quita el sentido y hasta el calor.

Por otro lado, Rubén Terrón no necesita excusas para celebrar la diversidad, pero con Los Palomos lo da todo. Estos días lo encontrarás con las manos manchadas de pintura, porque ha estado decorando botijos con la bandera arcoíris para llenar de color su local. Su Taberna Terrón, ubicada frente a puerta del Pilar, se ha ganado un hueco pese a que lleva en la ciudad un año y pocos meses gracias a su ambiente cercano y su cocina con acento folclórico.

Aprovechando la fiesta, Rubén ha estrenado carta con platos más veraniegos como el cazón en adobo, el bacalao «dorao», las croquetas de rabo, el gazpacho o las tortillitas de camarón. Y aunque no son novedad, sus torreznos siguen siendo imperdibles y derritiendo corazones. En la carta lucen con una estrella al lado, como la clase de zumba más solicitada del gimnasio. Sientan igual de bien.

Este año, El Silencio se ha puesto sumamente reivindicativo para quejarse de que a las personas de la comunidad LGTBIse les ha sacado del armario para meterlas en un móvil. «Ahora la principal forma de relacionarse es a través de aplicaciones móviles», proclama Julián Monge, su propietario.

Por eso, ha hecho una campaña que anima a dejar el móvil y entrar en la vida. Su propuesta gastronómica está pensada para compartir y alternar, ya que El Silencio es un espacio de arte y liberación, donde conviven exposiciones, sesiones de DJ, teatro y performance. Durante Los Palomos, se convierte en refugio y punto de encuentro para quienes entienden la fiesta como una celebración de la identidad, pero también como una declaración política. Estos días ha acogido una cata de espumosos a cargo de la enóloga Carmen de Aguirre y su habitual carrera de tacones.

En la calle Francisco Pizarro, Caesura Gastrosala se erige como un rincón acogedor con aire contemporáneo. Rafael Martín y Santiago García, una pareja dentro y fuera del local, extrapolan el amor que se tienen entre ellos a cada plato y a la atención en sala, creando una experiencia cercana, cálida y honesta.

Su carta fusiona sabores locales con influencias de la cocina oriental y latinoamericana, siempre con producto de mercado y también con una filosofía inclusiva. Entre sus platos hay opciones veganas como albóndigas de lentejas o ajoblanco de coco, y un arroz meloso que, junto a sus papas con almogrote, se han vuelto imprescindibles.

Aunque el ambiente se respira en todo el Casco Antiguo de Badajoz, Voodoo tiene una ubicación estratégica: en el camino hacia la Alcazaba, epicentro de los conciertos de Los Palomos. Se trata de una hamburguesería gourmet con 17 años de trayectoria (sí, mucho antes de que naciera la actual fiebre por la hamburguesa).

Cuentan con una carta canalla y sabrosa, perfecta para coger fuerzas antes de subir al recinto o recuperar energías después de bailar. Son principalmente hamburguesas de carne de ternera extremeña, aunque también ofrecen una batería de entrantes que hacen difícil la elección: gyozas, tequeños, ensaladas, crêpes... Además de todo esto, brilla especialmente el rey de la carta: su maravilloso sándwich cubano. Así mismo, ofrecen cervezas de especialidad y numerosas opciones para intolerantes y vegetarianos.

Por último, aunque Luzía no se define como restaurante, sino como «cocina y bar», su propuesta va mucho más allá de las etiquetas. Este espacio combina cocina tradicional con toques contemporáneos, siempre en clave estacional. Su carta —recién renovada— incluye platos más ligeros, como la mojama o el tomate de huerta con conserva casera de barriga de atún, pero también mantiene su apuesta por la casquería, uno de sus sellos personales.

Uno de sus grandes hits son los Juanitos, unos bocadillos tan sabrosos como divertidos, donde el pan se sustituye por los míticos bollitos de leche de La Cubana, rellenos con propuestas que cambian según la temporada. Su terraza, amplia y muy agradable, invita a refugiarse en las noches calurosas de verano pacense.

En todos estos lugares late el espíritu de Los Palomos: libertad, diversidad, alegría y ganas de celebrar la vida sin filtros. Más allá del arcoíris que inunda las calles, lo que se comparte en sus mesas es una forma de estar en el mundo: abierta, generosa y orgullosa. Porque comer bien también puede ser un acto de amor propio y colectivo.

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