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No tiene a su alcance la materia prima más puntera del mercado. Tampoco el sistema de producción más sofisticado ni el pedigrí de una marca de conocido prestigio. Pero el Cacereño Femenino rezuma destreza para moldear proyectos modestos, muy ajustados, y convertirlos en piezas de coleccionismo, singulares, de autor y con rasgos distintivos que se revalorizan a base de rendimiento. Su cotización en el índice balompédico suele partir de posiciones rezagadas con la apertura del curso, eclipsada por el potencial de firmas respaldadas por robustas inversiones (con inyecciones de liquidez de clubes nodriza) y la incorporación de activos de mucho calado. Ante esa coyuntura, la entidad extremeña contrarresta su exigua cuenta de valores con fiabilidad y regularidad, promocionándose como una apuesta segura con mínimo riesgo y máxima rentabilidad.
Su desempeño así lo avala tras años demostrando una abnegada capacidad para exprimir los réditos de un desembolso contenido, con la sostenibilidad como ligazón de todo su armazón deportivo y financiero. Porque pese al abismo presupuestario que les separa de los favoritos, con distancias que lejos de reducirse se agudizan, pueden presumir de escalar en una cadena trófica cuyas especies dominantes son incapaces de descabalgar al club verdiblanco de un ecosistema que ha pasado de esporádico a su hábitat endémico. No en vano, ha disputado dos de los últimos tres playoffs con rumbo a la élite.
Frecuenta un entorno agreste sin bajar la mirada ante los equipos de alcurnia, que han padecido la pujanza de un aspirante resistente y tenaz que porfía por ocupar un lugar que a priori no le corresponde. En la 2024/25, el equipo cacereño ha elevado todas sus cotas, alcanzando los cuartos de Copa y la final de la fase de ascenso a Liga F. Cuando la lucha por evitar el descenso parecía su destino, se rearmó a base de un arsenal de recursos tácticos y un fino oficio de marcado carácter artesanal que sacó a relucir su solidez. Volvió por sus fueros y rescataron una filosofía cuya reverberación permanecía impregnada en los cuatro costados de un vestuario que ha sublimado un concepto de fortaleza y trabajo coral hasta el paroxismo.
Ese viaje hacia los confines de su mapa identitario le confirió competitividad, su rasgo más señero, que blindó la confianza del grupo. Tras dos puntos en cinco jornadas, llegaron las victorias; habría más baches y tramos revirados, como la goleada encajada en Alhama, el empate ante el descendido Sporting Huelva o la derrota ante el Villarreal en la penúltima jornada que enmarañaba un camino hacia el playoff que parecía encarrilado y que enfiló en el último suspiro de la fase regular del campeonato. Pero ahí, la escuadra de Ernesto Sánchez ya había dejado su impronta, una vez más. Exhibía su condición de rival incómodo, duro, correoso, inabordable por momentos e intenso, un dolor de muelas que convertía el paso por Pinilla en una visita al dentista para todos aquellos que osaran a desafiar la condición de inquebrantable de un coliseo que ha permanecido más de un año sin ser colonizado en el torneo liguero.
Ni siquiera fue capaz de romper esa mística el Alavés, que había calcado la hoja de servicios del Alhama quedándose a un paso del ascenso directo. Las vitorianas recibieron en la ida de semifinales la respuesta virulenta verdiblanca en sus dos zarpazos, dejando la serie en tablas (2-2). Una semana después, el Cacereño desataría la locura con un final de infarto merced al tanto de Matlou en el descuento de la segunda parte de la prórroga que hipertrofia la leyenda del club. Esa que ha ido forjando desde que hace casi 20 años viese la luz bajo la nomenclatura del Cáceres Femenino.
Durante ese peregrinaje, ha habido vaivenes, tropiezos (pocos), pero un itinerario fijo e innegociable, la evolución y el crecimiento. Con esa consigna, sus pies han labrado su propio trayecto hacia una excelencia que siempre han oteado en un horizonte cercano.
En su debut en Primera Nacional (segunda categoría), finalizó en tercera posición con 54 puntos en el grupo 5, en un formato que solo otorgaba un billete para la promoción de ascenso. Al año siguiente fueron cuartas, a 20 puntos del liderato, y sextas en la 2010-11. Fue la antesala de una gran campaña, la que inauguraba la primera etapa de Ernesto Sánchez en el banquillo verdiblanco, siendo subcampeonas con un gran despliegue ofensivo rondando los 100 goles a favor.
Tras figurar en el podio y mostrar sus credenciales, tuvieron una etapa de estabilización, pero siempre de la mitad de tabla hacia arriba: séptimas, cuartas, quintas, sextas, séptimas y quintas, para finalizar en la cuarta plaza en el regreso del técnico cacereño, que desde entonces ha dirigido al club en su época más dorada. Lograron el pasaporte a la que se llamaría Reto Iberdrola, en plena reestructuración de las categorías en el fútbol femenino. El primero luchaba por subir y los tres siguientes se mantenían en el escalón inmediatamente anterior a la élite; en esa temporada clave, el Cacereño acabó tercero y siguió la estela del olimpo. En la siguiente, fue noveno y en la 2020/21, dentro del Grupo Sur, se metió en la fase de ascenso como cuarto, aunque se quedaría lejos de esa meta. Sería la antesala de su gran actuación la campaña posterior, pugnando con el Alhama por el liderato y finalizando segundo, permaneciendo así en el segundo escalón tras la unificación. El Cacereño abría un periplo de bonanza que le permitía codearse con los primeros espadas. Y llegó su consagración. En la 2022/23, 'in extremis' ocupó la sexta plaza, última con salvoconducto para la promoción (el Barça B fue primero y no computaba a efectos clasificatorios) y accedió a la batalla para dar el salto definitivo.
En semifinales le deparó un cruce con el Deportivo Abanca, al que había doblegado en los dos compromisos ligueros y ante el que no perdió tampoco en la eliminatoria, pero el 0-0 de la ida y el 1-1 de la vuelta concedían el pase a las gallegas por su mejor puesto en la tabla. El mayor borrón en su impecable historial lo cosecharon el curso pasado, en una travesía por el infierno tras casi acariciar el cielo unos meses atrás, salvándose en los últimos compases de la campaña. Pero de esos rescoldos surgió la versión más óptima del Cacereño Femenino, infundiendo respeto a sus adversarios, incluso de superior categoría, apeando a equipos de Liga F en Copa de la Reina como el Athletic de Bilbao y el Valencia y llevando al límite al Atlético de Madrid. No existe techo máximo de cotización para un Cacereño Femenino empeñado en desafiar la laxitud de sus límites.
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Óscar Beltrán de Otálora, Gonzalo de las Heras e Isabel Toledo
María Díaz | Badajoz
Natalia Reigadas | Badajoz
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